Parece otra de sus payasadas; otra de sus obscenidades; otra de sus maquinaciones indecentes, pero es lo que ha declarado: Una huelga de hambre para forzar su salida de la cárcel de máxima seguridad por el supuesto deterioro de su salud.
Es muy difícil creerle a una persona que, después de haber ocupado uno de los dos más elevados cargos públicos, guarda prisión en virtud de una sentencia de seis años por el delito de asociación ilícita para perjudicar los intereses del estado.
¿Cómo podemos saber si en verdad se mantiene sin ingerir alimentos, y no deglute como todo un faraón que se atiende con los más apetecidos bocadillos que se le antojen?… Con lo sucedido en el caso de Fernando Alvarado, ya no hay cómo confiar, ni en los pillastres, ni en sus guardianes.