Los 4.300 kilómetros cuadrados que corresponden a la zona de exclusión de Chernóbil y que fue establecida luego del desastre nuclear del año 1986 para tratar de evitar alteraciones genéticas probables, quedó totalmente deshabitada de seres humanos, lo cual trajo como consecuencia la proliferación de especies como venados, linces, jabalíes, ratones, caballos y lobos grises.
A una cantidad de estos últimos, se les colocó un dispositivo GPS para monitorearlos y hacer seguimiento de las posibles transformaciones derivadas de la radiactividad. Los científicos detectaron un desperfecto en el sistema lo cual impidió mantener el seguimiento de los ejemplares.
Una vez recuperado el sistema se pudo establecer que uno de los lobos había recorrido más de 369 kilómetros, pero no se pudo determinar si regresó a su hábitat o siguió viajando. En caso de que esto último haya sucedido, el lobo gris podría transmitir sus genes alterados, sin que se pueda evitar la migración de las mutaciones.