El desarrollo histórico de los pueblos no se forja con las veleidades partidistas, doctrinarias o personales de nadie. El que piense y actúe en base a lo contrario, pone en riesgo el destino de toda una nación y deja, para siempre, dibujada una imagen personal de desadaptación psico-social.
No se necesita más que revisar los malos ejemplos: Castro y una Cuba estancada en una mar de mentiras ideológicas. Ortega y una Nicaragua ávida de democracia que arrastra las cadenas de la miseria por más de 30 años. Chávez con Maduro y una Venezuela destruida por los caprichos personales.
Por otro lado: Colombia, Perú y Uruguay con sus guerrillas; Chile con su aventura socialista de los 70s, además de la dictadura genocida de Pinochet; escogieron apuntar al trabajo, al crecimiento, al desarrollo y, ahí están con sus economías flotantes.
Y ahora que, Maduro se ve acorralado por las consecuencias de sus caprichos, busca el diálogo con la oposición para encajarle el cuento de la persecución. ¡Hasta cuándo el descaro socialista que se pinta de rojo, de verde o de morado por lo funesto!